Después de muchos meses vuelvo al blog para contar un poco mi experiencia en Eurovisión 2018. Desde que tengo uso de razón he visto el llamado en España Festival de Eurovisión, pero este año ha sido algo especial, ya que, por primera vez, he ido al espectáculo, a su lugar de celebración, el Altice Arena de Lisboa.
Como bien saben los eurofáns, el año pasado ganó en Kiev Salvador Sobral, representante de Portugal. Por lo tanto, este año les tocaba a nuestros vecinos organizar el magno evento, algo inédito para ellos.
Desde el mismo momento de su victoria ya reservé alojamiento en Lisboa en todos los fines de semana de mayo de 2018 por si acaso. Al final, ninguno de esos sirvió, pero conseguí, posteriormente, un buen apartamento a precio razonable. Lo de las entradas ya fue otro cantar. Hasta abril de 2018 no sacaron a la venta, en una cuarta tanda, las que me interesaban, que eran las de grada "baratas". Fue toda una odisea, con varios pc y aparatos electrónicos conectados, varias personas a la vez coordinadas, para lograr un buen puesto en la cola virtual y así poder tener opción a conseguir el preciado ticket. Gracias a esta organización, pude hacerme en los escasos 10-15 minutos durante los cuales hubo entradas disponibles, con tres, para mí y para mis compañeros de aventura, en un palco premium, cerca del escenario. Premium se supone que era porque garantizaba máxima visibilidad.
Llegamos al Altice Arena como una hora antes de lo que indicaban las entradas, que era las 7:30 PM (allí comenzaba la emisión a las ocho, una hora menos que en España). Había cola bastante larga pero no caótica. Se veía más o menos bien organizado. Cuando llegamos al acceso, la primera anécdota reseñable. Llevábamos una bandera de España y otra de Asturias (mi región); el guardia de seguridad nos preguntó de qué país era esa bandera (la de Asturias). Respondimos que de Asturias, a lo que la persona del control respondió: "Ah, España, pero no Cataluña...", y nosotros: "No, no, Cataluña, no". Así que pudimos pasar... Bien, entiendo que las normas del ESC no permiten el uso de banderas con significados políticos pero si yo hubiera sido catalana esto me hubiera sentado algo mal... De hecho, sin serlo también me sonó "raro".
Teníamos tiempo de sobra para explorar un poco el Altice (sobre todo en busca de comida y bebida) pero uno de mis compañeros de viaje propuso ir a la grada para ver cómo era el sitio.
Entramos y una acomodadora nos situó en nuestros asientos. Primer shock. El escenario del evento, como ya habíamos visto en la tele, tenía alrededor una especie de arcos que simulaban los de una esfera armilar... Muy bonito si no fuera porque ¡nos tapaban la visión del escenario! ¡La grada premium! En fin, que la acomodadora nos cambió de sitio, detrás de una barrera, desde la que se veía el escenario entre esos dos arcos. Nos garantizó que ahí no se iba a sentar nadie. Así que tuvimos suerte por haber llegado con antelación. Lo malo fue que tuvimos que turnarnos para ir a buscar comida y bebida.
Así en principio, no me pareció muy grande el Altice. Será que la tele todo lo magnifica, pero me dio la impresión de que era más espectacular visto en pantalla. Hablando de pantallas, teníamos una colgando del techo enfrentada a la grada para que siguiéramos la emisión que iba saliendo por TV. Había otra en el otro lado, y un par más, una a cada lado del escenario, pero esas apenas las encendieron (sería para que no se vieran por televisión).
Armados ya con bocadillos y agua, esperamos a que empezara la función, y también nos hicimos algunas fotos, mientras iba llegando la gente, muy poco a poco, hasta el punto de que me temí que una buena parte de las gradas iba a quedar vacía. Mientras, un animador entretenía al público con canciones de otros años, como la mítica (para eurofáns) Lasha Tumbai.
Justo antes de empezar, un organizador indicó al público qué debían hacer cuando sonaran ciertas canciones. Es decir, con la canción irlandesa, como era una balada, pues encender los teléfonos con la función linterna (esto también para la española), con la francesa, hacer cierto gesto con la mano que hacían los cantantes, etc, y así con varias. También realizaron pruebas de luces.
Al final por fin, entró la señal en directo a la TV, que íbamos viendo en las pantallas, con el "Te Deum" (himno de Eurovisión) el intro y la música.
A mí la música portuguesa no me apasiona, pero el opening con Ana Moura y Mariza interpretando "Fado Loucura" y "Barco Negro" estuvo bien. Después, como siempre, el desfile de las banderas, donde los cantantes de cada país van saliendo desde el escenario hasta la Green Room (lugar donde esperan las delegaciones). Estruendoso saludo para nuestros representantes. Hago aquí dos incisos: primero, no me gustaba nada la canción española. Segundo, una buena parte del público era español.
De mis dos acompañantes, uno era eurofán y la otra no. Esta, como es obvio, alucinaba con todo.
Por fin empezaron con las canciones, abriendo Ucrania, y en segundo lugar, España, puestos malísimos que auguraban la catástrofe para ambos (aunque al menos a Ucrania la salvó el televoto un poco; a nosotros, nada).
El festival se desarrollaba por sus cauces habituales (fue curioso ver como, mientras salían las postales que presentan a cada país en la tv, los operarios limpiaban el escenario y montaban o llevaban los objetos que iban a servir para cada puesta en escena, cómo situaban a los cantantes con ayuda de un láser, etc) hasta que llegó la cantante inglesa, Surie, a la que se le pronosticaba un claro bottom (último puesto). Mientras interpretaba su canción, saltó al escenario un espontáneo que le quitó el micro. Dado que el hombre entró por nuestro lado del escenario lo vimos claramente. Al instante, un montón de personas de seguridad se lanzaron sobre él y lo sacaron fuera mientras Surie recuperaba el micro y continuaba. La pobre se vino arriba y terminó su canción con mucha energía y entre los aplausos y ovaciones del público, que se repitieron cada vez que aparecía en el recap (las recapitulaciones o resúmenes de las canciones que salen terminado el show para que la gente las recuerde de cara al televoto). ¡Ese es el espíritu de Eurovisión!
En el último tramo del festival, cantaron los grandes favoritos, como Israel y Chipre, y cerró Italia, que a mí era de las que más me gustaban, junto con Francia. En general, este año las canciones me parecieron muy igualadas entre sí, con pocas que destacaran realmente, o mejor dicho, pocas memorables, pero al menos ningún bodrio descomunal.
Los interval acts (la parte en que se recopilan los votos del televoto y algunos canales tv cortan para meter la publicidad) me parecieron algo aburridos. Salvador Sobral interpretó la canción ganadora junto con Caetano Veloso, y creo que cantó algo nuevo suyo, en su línea melancólica. Yo soy más de canciones movidas... Por fin cerraron las líneas para votar.
Con el nuevo sistema, las votaciones se alargan como tres cuartos de hora en el mejor de los casos pero también dota a la final de una emoción añadida. Primero se dan los votos de los jurados nacionales de los 43 participantes, incluidos los que quedaron en las semifinales. Una vez terminada esta ronda, se revela el voto del público.
En el voto del jurado hubo muchas sorpresas, como las buenas posiciones de Austria y Alemania, lo repartido de los votos y los doces del jurado, y cosas esperadas pero molestas, como el habitual inflado de votos a Suecia y Australia (Suecia no me gustaba nada este año). Estaba claro que sería el televoto el que daría el ganador. ¡La votación seguía siendo muy emocionante!
El sistema es ir diciendo los votos por orden inverso, es decir, en primer lugar al país que saca menos en televoto dejando para el final los más votados. Grandes sorpresas al ver a Australia y Suecia, anteriormente inflados, recibiendo poquísimo (como España, jeje), y el respaldo popular a Dinamarca e Italia, ninguneadas por el jurado. Mi compi eurofan y yo alucinando con la tabla de resultados. Al final, solo dos canciones con opción de triunfo: Israel y Chipre. Es decir, la gran favorita desde el inicio y una que a mí me gustaba bastante pero que jamás pensé pudiera estar tan arriba. Y ganó Israel, con la cantante Netta Barzilai y su propuesta "Toy", que sin ser de mis preferidas tampoco me disgustaba.
Antes de que terminara de cantar la ganadora, y para evitar las aglomeraciones en el metro, ya salimos corriendo del recinto.
En resumen, muy buena experiencia tanto por el espectáculo como por el ambiente. Increíble el apoyo de los eurofáns a la cantante británica y en general el mutuo respeto entre todos, algo que rara vez se ve en otras competiciones. Aquí puedes ver grupos de amigos de diferentes naciones, cada uno con su bandera y en total armonía. Solo un momento de abucheo general cuando salió la portavoz del jurado ruso (Rusia, país odiado, jaja). También un poquito cuando Grecia le dio los doce a Chipre (generalmente, los eurofáns "castigan" el voto vecinal descarado, como en este caso). El año que viene será en Israel, y no iré, pero me gustaría repetir esta experiencia si algún día se organiza cerca, en algún país de nuestro entorno. En todo caso, viva Eurovisión.
Postdata para una última anécdota: es el primer lugar donde voy en que los baños de hombres tienen colas y los de mujeres están casi libres...